martes, 30 de septiembre de 2008

Tarjetas inteligentes

Anoten: dicen que la "tarjeta inteligente" para el pago del boleto "estará en condiciones de debutar en los colectivos rosarinos entre marzo y abril de 2009." Y que las venderán las mismas personas en las mismas cabinas donde ahora se venden las tarjetas de cartón con banda magnética que usamos ahora. Las nuevas tarjetas no tendrán necesidad de contactar con la lectora, y podrán ser recargadas indefinidamente. En una etapa posterior podrían usarse para pagar el taxi y el estacionamiento.

Personalmente me parece un adelanto, aunque las tarjetas de ahora tampoco están mal, a pesar de que siempre hay ciudadanos descontentos que dicen que es im-po-si-ble conseguir una tarjeta en los barrios. En mi barrio, que no es céntrico ni muy fino que digamos, se consiguen. Y si no, se las compra en el centro, que es donde casi todos viajamos por trabajo todos los días.

Sería interesante que la tarjeta inteligente se pudiera recargar en muchos más lugares que aquellos donde hoy se compran las tarjetas, y también por Internet o SMS. Y que una vez que esto se implemente, se elimine el boleto ocasional (pagadero en monedas) o bien se redondee la cifra a un número entero de pesos, así cuando uno sube al colectivo no se encuentra con señoras o viejitos que tardan tres minutos para meter dieciséis moneditas de diez centavos en la máquina, haciendo que se forme una cola en el estribo del ómnibus que ya está en movimiento.

Ah, y que le saquen el ruidito molesto que hace la lectora de tarjetas cuando un estudiante paga el medio boleto.

domingo, 28 de septiembre de 2008

Día de sol, noche de lluvia

Te veo (by pablodf) El último sábado de septiembre fue un día especial. Para empezar, fue el día de mi fiesta de cumpleaños, aunque más bien habría que llamarlo picnic de cumpleaños. (Se prescindió, afortunadamente, del ritual de soplar la velita. El Feliz Cumpleaños fue espontáneo y breve.) Con Marisa trajimos un par de lonas para cubrir el piso, dos termos con agua caliente, yerba, dos mates con sus correspondientes bombillas, y por si acaso la sombra fallaba, gorras, y nos apostamos bajo unos árboles y junto a un banco de cemento en el Parque de las Colectividades, mirando al Paraná.

Marisa trajo una torta de parte de la cual, injustamente, se disculpó por haberse tostado de más, aunque quien la probó nunca podría discernir tal cosa por la vista ni por el sabor.

Vinieron todos o casi todos los que esperaba que vinieran. Algunos estaban allí incluso antes que nosotros, puntualidad que me dejó desconcertado pero halagado. Otros llegaron una hora más tarde, a tiempo para comer la torta o para tomarse unos últimos mates lavados, y otros al atardecer, cuando estábamos levantando el picnic para mudarnos al bar más cercano, todavía al aire libre. Al ponerse el sol el vientito que venía del río se hizo más fresco, pero persistimos heroicamente, con la ayuda de cerveza y maníes salados, una hora más o así.

Caravana náutica I (by pablodf) Mientras estábamos en el parque también ocurrió otra cosa especial: pasó la caravana náutica pidiendo por el fin de los incendios intencionales en las islas del delta del Paraná. Nos fuimos corriendo hasta la barranca a ver y sacar fotos. El intendente Miguel Lifschitz me saludó con la mano desde la cubierta del Barco Ciudad de Rosario, aunque no podría asegurar que me haya saludado a mí personalmente... Al rato pasaron también, por la avenida costanera, un montón de vehículos acompañando la manifestación, incluyendo una autobomba. Espero que todos estos gestos simbólicos sirvan para algo, porque ya estamos hartos de llenarnos de humo, de tener el horizonte siempre sucio, de que llueva ceniza y de las molestias e irritaciones en los ojos y la nariz que estamos sufriendo por culpa de la irresponsabilidad de los dueños de unas islas que deberían ser cuidadas como patrimonio de todos, y de la vista gorda que hacen los que los deberían castigar.

El festejo terminó muy bien, creo que mejor que ninguna fiesta de cumpleaños que haya tenido (sin desmerecer), y ya que la modalidad de picnic resultó, me parece que la voy a implementar todos los años.

Como para completar esta lista de cosas especiales, después que terminó todo, la noche se cubrió de nubes y luego de unos alarmantes relámpagos empezó a llover mansamente, sin prisa ni pausa, y así toda la noche. Fueron unos pocos milímetros, la verdad, insuficientes para terminar con la sequía, pero ver y oír la lluvia después de meses y meses fue un alivio casi físico. Ojalá siga lloviendo, ojalá se terminen los parques amarillentos y las vacas flacas, y se apaguen los incendios.

P.D.: Anoche (domingo) empezó a llover nuevamente y hasta ahora (lunes por la mañana) sigue lloviendo...

viernes, 26 de septiembre de 2008

No a la quema II

Una pequeña postdata para avisar de la actividad en la blogósfera y en la Vida Real con respecto al tema de los incendios en las islas del delta del Paraná.
Acuérdense que este sábado 27 de septiembre a las 16 hs. sale una caravana náutica desde la altura del Puente Rosario–Victoria río abajo, y se convoca a los rosarinos a presenciarla desde todos los parques de la costa para hacer un "abrazo" simbólico a las islas.

Su servidor va a estar en el Parque de las Colectividades saludando a los barquitos y festejando su cumpleaños (+3 días) al aire libre.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Federalismo a la porteña

Confirmando que Dios está en todos lados pero atiende en Buenos Aires,* la Presidenta de todos los argentinos, Cristina Fernández de Kirchner, firmó un decreto añadiendo al presupuesto 4.000 millones de pesos extra para subsidios al transporte... todo para la Capital Federal y el Gran Buenos Aires. Esta millonada es parte de los 36.000 millones que Cristina decidió manejar por su cuenta, sin que nadie le recordara que los infinitamente abusados "Decretos de Necesidad y Urgencia" deben ser aprobados por el Congreso en un plazo corto, y que le "sobraron" al presupuesto luego de que se subestimara a propósito el crecimiento del PBI y de la recaudación fiscal del año, como se viene haciendo desde los tiempos de Néstor.
*Dios no existe, por supuesto, pero sigámosle la corriente al refranero.
Los ciudadanos de Buenos Aires, la ciudad con mejor nivel socioeconómico del país, pagan menos de 1 peso por un boleto de ómnibus urbano o de subte, menos todavía por un boleto de tren. En la mayoría de las ciudades del interior pagamos $1,50 y de ahí hacia arriba (no tenemos trenes, porque entre Perón, los militares y Menem los hicieron mierda). En Rosario nos aumentaron a $1,60 hace pocos meses, a la espera de que el gobierno "federal" nos asignara algo de esos subsidios extra que se esperaban, ya que en realidad el boleto debería costar más. Dado que no ocurrió, es muy posible que haya un aumento más este año (creo que el tercero) o bien a comienzo del año que viene.

Se entiende que el gobierno subsidie los trenes del área metropolitana del Gran Buenos Aires porque se trata de uno de los lugares más superpoblados y con peor calidad de vida, no de Argentina, sino de todo este continente, a pesar de haber sido gobernado por el mismo partido de la Presidenta (el de la justicia social y la redistribución del ingreso) desde tiempos inmemoriales, y de que Cristina se la pasa inaugurando cosas y entregando cheques por ahí. El servicio ya anda espantosamente mal, hasta el punto en que los pasajeros cada tanto incendian una formación de trenes en protesta; imaginen si encima les cobraran 50% más.

Lo que no se entiende es que la Presidenta también regaló 590 millones de pesos a la prácticamente quebrada Aerolíneas Argentinas, y otros 490 millones a otras empresas aéreas cuyos nombres no se ha dado a conocer. En este país son muy pocos los que viajan en avión, y ninguno de ellos es pobre. A riesgo de sonar kirchnerista, diría que los que más tienen deberían ayudar a los que tienen menos, o sea, el gobierno debería dejar de ayudar a sus empresarios amigos y permitir que las aerolíneas quiebren, se reorganicen, y cobren lo que deban cobrar para autofinanciarse sin subsidios (es decir el doble o triple de lo que están cobrando ahora), mientras que el dinero ahorrado se utiliza, sí, para subsidiar el transporte público popular de todo el país.

Tampoco se entiende cómo la provincia más grande y productiva del país (y coincidentemente, también gobernada por el partido de la Presidenta) no puede financiar su propio sistema de transporte, ni ayudar a los ciudadanos del Gran Buenos Aires a que salgan de la pobreza y el hacinamiento. A lo mejor a Buenos Aires le convendría exportar ciudadanos; mientras que en al área metropolitana viven casi un tercio de los argentinos, hay regiones del país que están subpobladas. Si se traen los subsidios con ellos, estoy seguro de que serán bienvenidos.

El Congreso se despertó un poquito después de lo de las retenciones, y ahora están discutiendo otras cosas importantes, pero estaría bueno que alguien levantara la cabeza y le dijera a Cristina que suelte la chequera. Mejor todavía, que le saquen la chequera a Cristina, ya que ella no tiene nada que hacer manejándola.

lunes, 22 de septiembre de 2008

No a la quema - Sí a la reserva natural



El sábado pasado (20 de septiembre) fuimos hasta la cabecera del Puente Rosario–Victoria (en el límite entre los municipios de Rosario y Granadero Baigorria) para escuchar una declaración en contra de la quema de pastizales en las islas del delta del río Paraná, y a favor de la preservación del ecosistema de las islas, que es un humedal con una variedad de flora y fauna.

Allí nos dieron este folleto, que nos convoca a saludar el paso de una caravana náutica el día sábado 27 de septiembre, como forma de hacer un "abrazo a las islas". La caravana saldrá de Costa Alta, cerca del puente, y bajará por el río a lo largo de la costa.

Los incendios en las islas son asunto de larga data, pero últimamente se han vuelto mucho más grandes, afectando no sólo la estética de las islas, sino la salud de los rosarinos y la seguridad en las rutas. Cuando el viento sopla para nuestro lado, el humo invade la ciudad y desencadena reacciones alérgicas e irritaciones en los ojos, nariz y boca. Las cenizas llueven sobre la ciudad. Las rutas invadidas por el humo (a veces en combinación con neblinas) se vuelven inseguras, causando accidentes automovilísticos y obligando a veces a clausurar los accesos a la ciudad.

A todo esto el gobierno de Entre Ríos y la municipalidad de Victoria, bajo cuya jurisdicción se encuentran las islas del delta, han respondido con indiferencia o con explicaciones ridículas. El gobierno nacional, en especial la Secretaría de Medio Ambiente, ha mostrado una total falta de interés e inoperancia, dándose por enterado del problema (que lleva años) sólo cuando la Ciudad de Buenos Aires se vio llena de humo. El negocio de los arrendamientos de tierras fiscales pasó por encima de consideraciones ecológicas y del daño causado a Rosario y a otras ciudades situadas a la vera del Paraná.

Los incendios provocados continuaron. Cuando la ciudad presentó una demanda en la Corte Suprema de Justicia para que cesaran, y en el Senado de la Nación se presentó paralelamente un proyecto para crear una Reserva Natural en las islas del delta, el gobernador de Entre Ríos reaccionó acusando a Rosario de querer robarle un pedazo de su territorio, y el intendente de Victoria dijo que Rosario, que tiene un "presupuesto multimillonario", debería ayudar a la pequeña Victoria a apagar los incendios. Esto es una hipocresía. Los incendios son intencionales, se puede saber quiénes son los dueños de las tierras, y hay leyes que permitirían castigarlos. Si hay focos de fuego fuera de control, es porque se hizo la vista gorda a quienes los iniciaron. Y si hace falta dinero para controlarlos, hay un gobierno nacional al que se le pueden pedir.

El "abrazo a las islas" no tiene como fin solamente la protesta. Quejarse es uno de los pasatiempos favoritos de todos los argentinos. Los rosarinos venimos quejándonos del humo desde hace tiempo. Es hora de hacer algo positivo. La idea de la reserva natural es buena y hay que pelear para que se concrete, al mismo tiempo que reclamamos que termine la destrucción y la contaminación.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Vacaciones: Ciudad de La Rioja

Casa de Joaquín V. González
Casa de Joaquín V. González
Bien, después del Cañón de Talampaya poco podía pasar de importancia en nuestras vacaciones... El día siguiente, a media mañana, tomamos el ómnibus a la ciudad de La Rioja, y unas tres horas más tarde llegamos allí.

La Rioja es una capital provincial relativamente pequeña, y no tengo mucho que decir sobre ella, aunque quiero ser justo y aclarar que pasamos por ella con apuro y por obligación, ya que nuestro ómnibus de vuelta a Rosario partía de allí. Es linda, aunque no tiene puntos turísticos de gran interés, a excepción de un inmenso museo paleontológico y algunas iglesias históricas. Su catedral es hermosa, pero a esta altura del viaje no había mucho que nos impresionara de esta clase de cosas.

Hay una casa donde vivió el famoso Joaquín V. González (el que construyó Samay Huasi en Chilecito como casa de descanso), y una cierta cantidad de plazas amplias y bien cuidadas, pero ningún gran parque en la zona urbana.

Cara de mono II El Parque Yacampis, donde está el zoológico, queda casi saliendo de la ciudad, y por obra de la sequía o del abandono presenta un aspecto lamentable. El zoológico en sí es sorprendentemente grande y completo para una ciudad tan pequeña, y pasamos varias horas recorriéndolo. Entre los primates, hay monos caí (capuchinos), un mono araña, y papiones; también muchas aves, incluyendo un desdichado cóndor con muy poco espacio para volar dado su tamaño; llamas y guanacos, y otros animales menos curiosos como cabras y cerdos.

El "problema" (nótense las comillas) de La Rioja es que, turística o no, es una ciudad provinciana del interior profundo del país, y la hora de la siesta es sagrada, por lo cual incluso los restaurantes más finos de las coquetas calles peatonales del centro espantan a los clientes durante toda la tarde. El viajero que llega de Chilecito, por dar un ejemplo, se registra en su hotel y sale a buscar un almuerzo tardío, se lleva una desagradable sorpresa y puede verse obligado a un hambriento peregrinaje antes de encontrar una mesa a la cual sentarse.

Nos quedamos en La Rioja toda la tarde del viernes y el sábado hasta el atardecer, cuando salía nuestro colectivo de vuelta. Tuvimos nuevamente la desagradable experiencia de un viaje interrumpido. En marzo, volviendo de Córdoba, nos había detenido un piquete de productores rurales en Villa María; ahora fue una falla del motor, que empezó a perder gasoil. Marisa, sin duda por los vapores del combustible, se sintió bastante descompuesta toda la noche; no pudo probar bocado de la cena, y las náuseas y el malestar le duraron incluso un par de días más. Por suerte, no nos atrasamos demasiado: tras un tramo de viajar a baja velocidad, paramos en La Falda, en el norte de Córdoba, y en una hora o poco más nos enviaron un ómnibus de reemplazo desde Capilla de Monte. Llegamos a Rosario dos horas después de lo debido.

Y ése es el final del relato de nuestras vacaciones. Quizá vuelvan a oír de ellas en este blog, pero a partir de mañana retomo los temas habituales.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Vacaciones en fotos (vol. 4: Petroglifos en Talampaya)

Algunas fotos de petroglifos (grabados en piedra) encontrados en las piedras del Cañón de Talampaya. Estos glifos no son una escritura sino que representan objetos, personas y animales, o bien son símbolos sobre cuya interpretación los expertos no están todos de acuerdo.

La roca del cañón normalmente se vuelve negruzca al oxidarse los minerales que contiene. El proceso es visible en casi todo el cañón en las rocas que están más altas. La mayoría de los glifos están realizados por la técnica de quitar la capa superficial oscurecida de la roca para exponer el color rojizo original.

Les he aumentado el contraste a las fotos para que los petroglifos se vean más claramente. Con luz natural difusa a veces es difícil distinguirlos si no es de cerca.









Vacaciones: El Cañón de Talampaya

Dos días después de nuestro frustrado primer intento, ¡finalmente llegamos al Parque Nacional Talampaya y pudimos entrar! Para esto era que habíamos venido de vacaciones a La Rioja, así que estábamos exultantes.

Cañón de Talampaya

El clima había cambiado. Estaba nublado y bastante fresco, y el guía nos advirtió que no estuviéramos tan felices porque había la posibilidad de que lloviera, aunque remota. Cometí el error de no llevar más ropa de abrigo que la que tenía puesta...

Cañón de Talampaya
Paredes del cañón, con derrumbes (aquí suele haber terremotos)

Marisa helada
Marisa muerta de frío (como yo)
El recorrido se hizo corto. La Cuesta de Miranda no estaba esplendorosa bajo el sol, como el martes anterior, sino oscura, los colores profundos apagados por las nubes. Llegamos a la puerta del parque, nos registramos, y después hicimos 12 km hacia adentro. El Parque Nacional Talampaya es inmenso (2.150 km² si mal no recuerdo) pero la parte turística, visitable, es sólo el cañón formado por el río Talampaya, seco casi todo el año, con rocas moldeadas por la erosión del viento.

Llegamos al cañón y bajamos para hacer nuestra caminata. El frío era intenso y el viento no ayudaba, aunque por suerte nos golpeaba de espaldas. Inmediatamente me di cuenta de que debería haber traído al menos dos capas más de abrigo, y no desdeñar una bufanda, guantes y gorro de lana. Marisa estaba un poco mejor provista que yo y con una capucha; a mí se me helaron las puntas de las orejas en cuestión de minutos.

No obstante todo esto, al caminar un rato a buen paso el frío se olvida, y más cuando uno tiene un espectáculo tan grande a la vista. En este punto debo dejar que las fotos hablen por sí solas, porque no tengo palabras adecuadas para describir la inmensidad del panorama. Sólo me quedaron impresiones: la más clara, algo que nos hizo notar el guía, la incapacidad para aprehender la altura de las paredes del cañón. No sé cuántos metros separaban una de otra; para nosotros que caminábamos en medio del cauce seco, sequísimo, parecían cercanas, pero al aproximarnos notábamos que nunca terminábamos de llegar, que se tardaba un minuto en llegar a donde la mano podía tocar la pared de piedra rojiza, y que entonces, al mirar hacia arriba, no era posible ver el final.

El Cañón de Talampaya tiene paredes de hasta 180 metros de altura, equivalentes a un edificio de 60 pisos (en Argentina no hay ninguno tan alto, dicho sea de paso).

Pongámoslo en perspectiva
La "chimenea"
La otra impresión fue la de edad geológica. El viento que sentíamos arrastraba arena y polvo, eso podíamos verlo. Pero era difícil relacionar eso con las paredes desgastadas, pulidas, modeladas. Cuántos millones de años de viento y arena había en esas rocas, no lo sé.

El guía nos mostró petroglifos, símbolos y figuras tallados en la superficie de las piedras por los antiguos nativos del lugar, que no vivían allí pero que enviaban a sus chamanes a hacer sus ceremonias (más tarde publicaré fotos de esos petroglifos). Es fácil entender por qué creyeron que el cañón era un lugar apropiado para lo sobrenatural; yo mismo, que no creo en ello, experimenté una cierta sensación, una concretitud, una solidez tan abrumadora que no se parecía a lo meramente material. (Ahora mismo me lamento por no haber tocado más esas rocas con las manos. Suena increíble pero apenas las toqué...)

En un par de lugares, la forma de las rocas y del cañón hace que los ecos se multipliquen. Un grito allí rebota, se escuchan claramente frases de cuatro o cinco palabras, repetidas otras tantas veces a lo largo de las paredes.

En otro lugar, una combinación fortuita hace que la escasa humedad se concentre y cree un "jardín" natural, con varias especies típicas del desierto en profusión. Además de árboles hay maras (las mal llamadas liebres patagónicas).

El culmen de la experiencia fue mirar hacia arriba y ver dos formas negras volando entre los picos rojos, posándose una vez, volviendo a lanzarse en un planeo suave. Eran cóndores. Imposible conocer su tamaño, pero un cóndor puede tener tres metros de envergadura y estos estaban a buena altura, el macho volando y la hembra finalmente posada en una saliente.

El cóndor pasa

Una camioneta llena de turistas pasó y volvió al rato. Los pasajeros nos miraban extrañados. ¿Qué hacíamos caminando kilómetros por el cañón, muertos de frío? ¿Y qué tanto mirábamos hacia arriba? El guía nos explicó que muchos turistas, en vez de contratar una excursión completa, prefieren venir independientemente al parque. Cuando llegan, la administración les ofrece una excursión en camioneta (es su negocio). La excursión es mucho más barata que venir desde Chilecito, bajarse aquí y hacer un trekking de dos horas y media, pero también es mucho más parcial. El espectáculo se reduce a lo que se puede ver desde las ventanillas de la camioneta. Desde luego que no se ven los cóndores. No sé qué les dicen a los pobres turistas, pero por lo que comentó el guía, muchos turistas que han venido a ver el cañón se enteran tarde de que les han vendido una porción muy pequeña del mismo.

Mientras caminábamos por el "jardín", unas cositas minúsculas y frías empezaron a caer flotando desde el cielo. Estaba nevando. Apenas. Yo estaba feliz como un chico. En donde vivo no ha nevado desde antes que yo naciera. Una vez en mi vida toqué nieve, cuando tenía 17 años y estaba de viaje de estudios en Bariloche.

Volvimos. El viento ahora nos daba de frente. Sentí que se me congelaba la nariz. Marisa había perdido todo el color que había adquirido en los días anteriores pasados al aire libre. Teníamos las manos lívidas, sin sangre. No podía hacer mucho más que cero grados, y no había ningún reparo. Después de lo que pareció una eternidad, llegamos a la camioneta. Nos tomó un buen rato dejar de temblar.

En la Cuesta de Miranda, a 2.000 metros de altura, caía una nieve de copos pequeños, blancos tan blancos que parecían falsos, como una lluvia de telgopor picado fino, y las nubes velaban los picos. Bajando de las alturas, vimos de vuelta los ya familiares cerros del Famatina, los más altos sutilmente espolvoreados de nieve. No era mucho, pero espero que les haya servido de algo. En Chilecito, cuando no hay nieve en invierno no hay agua en verano.

martes, 16 de septiembre de 2008

Vacaciones: Una tarde viendo cactus

Chirau Mita
Entrada a Chirau Mita
Retomo el relato de las vacaciones en La Rioja y sigo contando lo que pasó cuando tuvimos que volvernos del Parque Nacional Talampaya perseguidos por el viento zonda...

Bueno, después de dos horas y media de viaje con poco ánimo, llegamos de vuelta a Chilecito y nos dijeron que la excursión quedaba reservada para un nuevo intento dos días después, y si no, nos devolvían el dinero (menos el seguro por el costo del combustible).

Como no teníamos otros planes para el día, buscamos encajar algo que se pudiera hacer en una tarde de martes sin sol y llena de tierra flotando en el aire, y vimos que podíamos visitar Chirau Mita, un jardín botánico de cactus que además incluye un pequeño museo paleontológico. Está sobre la falda del cerro Paimán, uno de los límites naturales de la ciudad de Chilecito. Se accede desde la calle y se sube por varios niveles, donde se encuentran plantados cactus de muchísimas especies, más algunas otras plantas que no son cactus (sobre todo agaves, como aquél del que se hace el tequila).

Asunto espinoso (by pablodf) La guía nos hizo un relato de la vida y obra de los cactus, un poco rápido para mi gusto (¡yo quería sacar fotos con detenimiento y ella seguía subiendo los escalones y pasando a otro tema!), pero después nos dejó vagabundear a nuestro antojo. Algunas de las mejores fotos de cactus ya las he publicado, otras ya vendrán...

Aprendimos que los cactus se llaman suculentas, caracterizadas por acumular agua en sus tallos y haber reducido sus hojas a espinas. Hojas comunes serían una gran superficie por donde la planta perdería mucha humedad; al afinarse y hacerse espinas el cactus evita esta pérdida y además se protege. Vimos cactus inmensos y redondos ("asientos de suegra"), cactus minúsculos con florcitas infinitesimales, cactus altos y rectos, cactus retorcidos, y cactus peludos, con unas "cabelleras" blancas como de peluca de muñeca, que sirven para protegerlos del congelamiento (¿saben lo que pasa cuando un recipiente cerrado apenas flexible está lleno a reventar de agua y se congela?). Aprendimos también que los cactus son exclusivos del continente americano, y si hay cactus en otros lados es que son importados o naturalizados.

Volvimos, y la gente que recién abría los negocios (la hora de la siesta es sagrada) estaba toda ocupada con lampazos húmedos, sacando el polvo rojo del zonda de los umbrales y las veredas. Y ése fue el resto de la tarde del martes.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Festival de barriletes y evento de El Bache

Interrumpo brevemente la narración de mis vacaciones en Chilecito para contarles sobre el último fin de semana.

El sábado fue la primera jornada del 8º Festival de Barriletes "Pintemos el cielo de Rosario", en el Parque Scalabrini Ortiz. Como siempre, nos avisó Guille, un fotógrafo del grupo, que es aficionado a los barriletes (piloto, dicen ellos) y que practica con sofisticados artificios voladores en el parque (casi) todos los fines de semana.

Kite team

Este año el evento vino mejor promocionado y además hizo unos días primaverales espectaculares, plenos de sol pero no calurosos. El viento, inconstante, no fue ideal, pero bastó.

Multitud en el cielo

El sábado Marisa y yo pasamos a buscar a Reiven (Federico), un flickero porteño que venía viajando desde Paraná, y nos fuimos para el Scalabrini Ortiz. Vimos coreografías de vuelo, hasta trece barriletes triangulares haciendo ochos en el cielo; no pudimos ver (se habrá hecho el domingo) la promocionada lucha de barriletes rokkaku. Aunque nadie del grupo de fotografía (Rosarigasinos) había dicho que iba, finalmente nos fuimos encontrando y nos juntamos a sacar fotos y tomar mate.

Más tarde lo llevamos a Reiven a ver el Parque Independencia, y por pura suerte llegamos al laguito justo cuando iba a empezar el show de las aguas danzantes.

El domingo también fue de tarde al aire libre. Una amiga fotógrafa es miembro de El Bache, un grupo que está buscando mostrar su arte y expresar sus inquietudes en espacios públicos. Se propusieron "tomar" un sector del Parque de las Colectividades, y a tal fin se reunieron allí, montaron su base en un banquito, y utilizaron unos arbolitos para tender hilos y colgar fotos, invitando a quien quisiera a hacer lo mismo.

Mirando

Esto se completó con un taller de dibujo y pintura informal, y más tarde música y un show de contorsionismo, todo esto rodeado de público sentado o parado. El parque estaba repleto, como toda la costanera rosarina supongo. El evento, pequeño y espontáneo, fue un éxito.

El Bache toma el parque

sábado, 13 de septiembre de 2008

Vacaciones: Martes de zonda

El martes 2 de septiembre amaneció esplendoroso en Chilecito. Nos despertamos a las 6 de la mañana y en estado semiconsciente tomamos el desayuno. El guía nos pasó a buscar a las 7 para ir a Talampaya y el Valle de la Luna, reservas naturales con formaciones geológicas únicas. Este paseo era la razón primordial por la que pensamos en tomarnos vacaciones en Chilecito. (Para ir a Talampaya uno puede alojarse en Villa Unión, que está mucho más cerca, pero allí no hay nada más que hacer. Lo mismo ocurre en Valle Fértil, San Juan, que está cerca del Valle de la Luna. Ambos son buena idea para quien vaya con vehículo propio y no le moleste cambiar de alojamiento una vez de más.)

Vista desde la cornisa Cargados de mate, un poco de abrigo, y los reglamentarios protector solar y gorra, salimos de Chilecito, pasamos por Nonogasta, y luego por la Cuesta de Miranda, entre las montañas. (No voy a hablar ahora de este hermoso lugar.) Después pasamos por un camino de ripio, ruta asfaltada, ripio otra vez, un par de pueblitos dormidos, y finalmente llegamos a la puerta del Parque Nacional Talampaya. Había mucho viento y el polvo volaba.

El guía se bajó a registrar nuestra entrada y después de un rato volvió. "Gente, el parque está cerrado", dijo con toda calma. Durante dos segundos enteros lo miré, esperando la risa que debía seguir a esta broma que seguramente se le hace a todos los turistas neófitos después de aguantar dos horas y media apretados en una camioneta con sus nalgas maceradas por asientos incómodos. No hubo tal. Era verdad.

El viento soplaba cada vez más fuerte: era el zonda, viento seco que baja de las montañas y que sufren las provincias de Cuyo pegadas a los Andes. Traía polvo y arena en cantidades y a velocidad increíbles. Recién estaba comenzando, y ya era imposible ver nada en el horizonte, desdibujado, tapado por una masa marrón, del color de la arena ferrosa de Talampaya. No sólo iba a ser imposible ver algo o tomar una foto, sino que cualquier cosa podía salir volando.

Viene el zonda

Esperamos un rato para averiguar la opinión de los guardaparques. El zonda iba a durar por lo menos unas horas, y aún después el polvo quedaría en suspensión. Era perfectamente posible que el viento no se detuviera en todo el día.

Abatidos, tomamos el camino de regreso. La vía de entrada del zonda entre las montañas se veía claramente luego de alejarse unos kilómetros: era un chorro de aire turbio amarronado que iba corriéndonos y expandiéndose. Me noté sorprendentemente resignado. El viaje hasta el parque y la vista del camino habían sido fabulosos. No podía quejarme, realmente, porque un imponderable climático me arruinara la excursión principal. Tendríamos una nueva chance dos días después.

Llegamos de vuelta a Chilecito pasado el mediodía. El zonda había llegado allí también. El cielo y las puntas de los cerros habían desaparecido, tragados por la masa marrón. Estaba, felizmente, más fresco, así que nos fuimos a ver cactus... y de eso sigo contándoles después.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Vacaciones en fotos (vol. 3: Subida hacia la Estación Nº 2)

Más fotos del río amarillo y el sendero que sube los cerros, del día en que subimos de Santa Florentina a la Estación Nº 2 del Cablecarril Chilecito–La Mejicana.









Vacaciones: Lunes de sol en Santa Florentina

El lunes 1º de septiembre hacía aun más calor que el día anterior, por lo cual inexplicablemente decidimos continuar nuestro periplo de excursiones trepando cerros bajo el sol del mediodía. Esta vez continuamos nuestra exploración del famoso cablecarril que sube de Chilecito hacia el Famatina (del que hablé cuando conté nuestro primer día allí).

Tomando un colectivo urbano en la vieja terminal, uno accede en cuestión de veinte minutos o media hora a un pueblo cercano llamado Santa Florentina, que está unos kilómetros más cerca del pie del Famatina y por tanto unos cuantos metros más arriba. Lo que hay en Santa Florentina es, supuestamente, una "plaza museo" única en el país, que exhibe objetos relacionados con la antigua actividad minera.

Estación 2 del Cablecarril Chilecito - La Mejicana La plaza es, por decirlo suavemente, abominable, pero cruzando la calle un sendero ancho conduce hacia los cerros, primero pasando cerca de un camping (desierto) y llegando finalmente hasta (creo) unos 1600 msnm, a la Estación Nº 2 del Cablecarril.

La estación está bien preservada y los edificios y maquinarias cuidados, como si allí viviera y trabajara gente diariamente. Al llegar, obviamente, lo que más nos interesaba era descansar a la sombra, pero después tomamos muchas fotos. La vista es fabulosa: de un lado la bajada, con una hilera de torres sustentadoras color rojo-ocre que se pierden en una graciosa curva en la distancia, hacia Chilecito, y del otro más y más cerros, erizados de cactus, fundiéndose en una masa gris azulada que se eleva y se eleva hasta que aparecen hilitos de nieve, y luego las cumbres perpetuamente blancas del Famatina, a no menos de 25 o 30 km. Abajo, en el valle, corre un río pequeñito, de aguas rápidas, apenas turbias y de un color entre dorado y cobrizo, cargado de minerales.

Nevado al fondo

El río de los minerales

Después de mucho admirar el paisaje, de tomarnos unos mates, y de recuperar el aliento, bajamos (mucho más rápido que subir) y nos quedamos a un lado de la "plaza museo" esperando el ómnibus, que a decir de un lugareño consultado oportunamente, "viene a las cuatro... a veces cuatro y cuarto, y veinte... son y media, ya debe estar por llegar". Llegó, media hora tarde, pero no nos importó.

Al otro día nos tocaba la excursión que habíamos venido a hacer a La Rioja: la visita al Cañón de Talampaya y al Valle de la Luna. La excursión comienza a las 7 de la mañana y dura 13 horas, de manera que nos acostamos temprano.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Vacaciones en fotos (vol. 2: El jardín de cactus)

Fotos tomadas en el Museo y Jardín Botánico de Cactus Chirau Mita, en las afueras de Chilecito. Más fotos en Flickr (buscar etiqueta chiraumita).















Vacaciones: Samay Huasi

Samay Huasi - Glorieta El domingo 31 de agosto decidimos ir a visitar Samay Huasi, que en quechua significa "casa de descanso", una gran finca que perteneció a Joaquín V. González y que ahora es administrada por la Universidad de La Plata (que la usa como residencia para estudiantes y aparentemente es dueña hasta de los cerros).

González fue fundador de la ULP, y según Wikipedia "político, historiador, educador, filósofo y literato". Nació en Nonogasta (a pocos kilómetros de la ciudad de Chilecito) y fue diputado, senador, gobernador de La Rioja, escritor de varios géneros, jugador de cartas empedernido y, según se rumorea, ateo y masón (aunque de todos los personajes interesantes de la historia argentina se ha rumoreado eso, o cosas peores). Un personaje fascinante, a cuya obra me he prometido apuntarme en cuanto pueda; en La Rioja y en Chilecito su nombre está por todos lados.

Cotorras a la sombra Samay Huasi está a unos pesos de taxi del centro de Chilecito; podríamos haber ido caminando por la ruta y llegar en menos de una hora, pero ya hacía un poco de calor y no queríamos agotarnos antes de llegar.

Allí nos encontramos con un pequeño museo histórico, nos enteramos de un par de detalles de la vida de Joaquín (le decimos así porque ya estamos como chanchos), observamos algunos de sus efectos personales, y después quedamos libres para tomar fotos y vagar, entre los gritos lejanos de las cotorras y el leve sonido del pasto.

Las cotorras merecen un párrafo aparte porque al parecer no son esas mezquinas cotorritas que tenemos aquí en Rosario, sino unas aves considerablemente más grandes, más coloridas, y más ruidosas. De la misma manera que hablé de los colores de Chilecito refiriéndome al rosa de los lapachos, si tengo que hablar de sonidos me viene en seguida el parloteo chirriante de las cotorras.

Joaquín y Marisa La finca tiene olivos y avellanos (decorativos; hay avellanas y aceitunas perfectamente buenas tiradas por todos lados) y unos lindos viñedos, sin hoja ni fruto en esta época; como cabe a este tipo de casa, hay galerías techadas para protegerse del sol, paredes pintadas de blanco, y glorietas con parras o flanqueadas de árboles de sombra. En un extremo hay una gran estatua de Joaquín en actitud meditabunda, y desde su pie se sube por un sendero empinadito a un cerro.

Entre bajar y subir (con una parada para comer nuestros sandwiches y tomar agua a la sombra de un peñasco) se nos hizo la tarde, y ya la cosa se ponía calurosa, así que fuimos a sentarnos con un mate a la sombrita de una galería y nos empeñamos en perder todo el tiempo posible allí. (El guía del museo desapareció durante la siesta y no reapareció a ver dónde estábamos o qué hacíamos. Supongo que podríamos fácilmente habernos quedado en alguna parte de la finca con una carpa por días sin que nadie se diera cuenta.) Después, ya apaciguada la sed y calmado el cansancio, tomamos la ruta y caminamos unos 3 o 4 km hasta Chilecito.

Y ésas fueron la mañana y la tarde del segundo día.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Vacaciones en fotos (vol. 1)

Para los que quieren ver con sus propios ojos. Más fotos, como siempre, en Flickr.


Curva de la ruta, Nonogasta, llegando a Chilecito


Amanecer, entre Nonogasta y Chilecito, con los cerros del Famatina al fondo


Una esquina de barro en Chilecito


Otra casa abandonada en Chilecito


Un caballo y un campo, desde el Museo del Cablecarril


Nevados del Famatina y un baldío para jugar al fútbol