Con las vacaciones acercándose y mi necesidad de huir en tiempo y forma de esta ciudad y país por una quincena haciéndose cada vez más urgente, me estoy empezando a preocupar porque, como de costumbre, en Argentina cualquier cosa puede salirte al paso y demorarte.
A este respecto las experiencias pasadas no me tranquilizan. En enero pasado un tronco caído en la ruta me demoró dos horas cerca de Venado Tuerto, y como consecuencia me comí seis horas de plantón en San Rafael (Mendoza) —los caminos de Satán son inescrutables— y perdí un casi todo un día de estadía en Malargüe. En abril un piquete de chacareros me tuvo 22 horas en la terminal de ómnibus de Villa María (Córdoba), por suerte al final y no al principio del viaje.
Ahora resulta que los empleados de Paraná Metal están cortando la autopista a Buenos Aires a la altura de Villa Constitución, y ya que están los chacareros locales están ayudando. Un idiota (porque eso es lo que era) trató de adelantar a otro vehículo en el Puente Rosario–Victoria y se dio de frente con un camión, haciendo que se cortara el tráfico por un rato. Y los ya descontrolados asambleístas ambientalistas de Gualeguaychú, Colón y Concordia planean cortar por sorpresa las rutas y los correspondientes puentes internacionales que cruzan el río Uruguay. Es decir que, contando piquetes de (futuros) desempleados, piquetes de ambientalistas, accidentes de tránsito y (por qué no) troncos caídos o similares, uno puede ver bloqueadas casi todas las principales vías que le permitirían ir desde Rosario, Santa Fe, Argentina, hacia el litoral uruguayo, que es precisamente donde voy a irme de vacaciones.
El hecho de que me preocupe tanto por estas eventualidades que, reconozcámoslo, serían posibles sólo en caso de una gran mala suerte, es signo claro de que necesito estas vacaciones... rápido.
jueves, 15 de enero de 2009
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