miércoles, 13 de agosto de 2008

"Larga distancia", las crónicas de Caparrós

Por lo general, al terminar de leer un libro comienzo a leer otro justo a continuación. A veces hago excepciones y, por aquello de la multitarea, leo dos a la vez. O tres. Uno es para cuando me voy a acostar, otro para llevar en la mochila y leer en el colectivo, otro (generalmente ya leído meses o años antes) para ir al baño. Cuando viajo por turismo, suelo llevar dos libros de formato pequeño o mediano en el bolso de viaje, que generalmente vuelven sin haber sido tocados, porque un libro en estas ocasiones es una distracción, y el turismo es justamente para distraerse. Si el viaje es largo y de día y el paisaje es pampeano,* entonces sí, leo. Pero no me gusta devorar los libros con rapidez, y por eso me distraigo de esa distracción, releo pasajes, los silabeo, los tarareo, no los dejo pasarme por los ojos sin una cierta aprensión al desperdicio.

* La pampa argentina (ya) no es esa romántica infinitud en forma de redondel verde que emocionaba a Borges y que según él los hombres de esta tierra anhelamos, como los británicos anhelan el mar. Es un desierto verde soja donde los matices se han borrado, donde una vaca es una novedad asombrosa y la visión de un molino quebrando el horizonte llama al éxtasis.

Acabo de terminar de leer unas historias de Martín Caparrós bajo el título Larga distancia. Son sobre todo crónicas de viaje, más observaciones filosóficas sobre el viajar en sí, entremezcladas con minibiografías. El libro tiene unos años (dieciséis, para ser exactos) y no deja de ser entretenido leer sobre el desmembramiento de la sociedad rusa ex soviética casi en vivo, o sobre el feroz capitalismo de la China comunista donde nada se llama por su nombre, o una corta entrevista con un cierto dirigente sindicalista cocalero boliviano, acusado de narcotraficante por sus detractores y que hoy es presidente.

A Caparrós no lo había leído nunca antes. Su estilo es sinuoso, denso, divergente, a veces deliciosamente barroco; es como una de esas drogas que estimulan en dosis bajas y en altas dosis envenenan. Larga distancia no es un libro que pueda leerse de una sentada. Se adaptó bien a mi estilo de multilectura; mientras me sumergía en él como en el agua, con poco aire, pasé por otros dos, tres, cuatro volúmenes no menores, pero sí menos agotadores. Mi recomendación: una historia, o una mitad de ella, cada mañana en el viaje al trabajo o en la vuelta a casa, mientras el mundo trivial de las calles familiares pasa a nuestro lado con rumor de bocinazos.

2 comentarios:

  1. en cada cronica de Caparros mantengo un magnetismo que me lleva a terminarlo en pocos días. Su estilo- su mezcla de estilos literarios-
    cronica, viajes, filosofia, su escucha activa y reflexiva
    ahora estoy con el Interior y lo recomiendo.
    al igual que Amor y Anarquia.

    Saludos desde buenos aires
    rodrigo_rojas8@hotmail.com

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