El último sábado de septiembre fue un día especial. Para empezar, fue el día de mi fiesta de cumpleaños, aunque más bien habría que llamarlo picnic de cumpleaños. (Se prescindió, afortunadamente, del ritual de soplar la velita. El Feliz Cumpleaños fue espontáneo y breve.) Con Marisa trajimos un par de lonas para cubrir el piso, dos termos con agua caliente, yerba, dos mates con sus correspondientes bombillas, y por si acaso la sombra fallaba, gorras, y nos apostamos bajo unos árboles y junto a un banco de cemento en el Parque de las Colectividades, mirando al Paraná.
Marisa trajo una torta de parte de la cual, injustamente, se disculpó por haberse tostado de más, aunque quien la probó nunca podría discernir tal cosa por la vista ni por el sabor.
Vinieron todos o casi todos los que esperaba que vinieran. Algunos estaban allí incluso antes que nosotros, puntualidad que me dejó desconcertado pero halagado. Otros llegaron una hora más tarde, a tiempo para comer la torta o para tomarse unos últimos mates lavados, y otros al atardecer, cuando estábamos levantando el picnic para mudarnos al bar más cercano, todavía al aire libre. Al ponerse el sol el vientito que venía del río se hizo más fresco, pero persistimos heroicamente, con la ayuda de cerveza y maníes salados, una hora más o así.
Mientras estábamos en el parque también ocurrió otra cosa especial: pasó la caravana náutica pidiendo por el fin de los incendios intencionales en las islas del delta del Paraná. Nos fuimos corriendo hasta la barranca a ver y sacar fotos. El intendente Miguel Lifschitz me saludó con la mano desde la cubierta del Barco Ciudad de Rosario, aunque no podría asegurar que me haya saludado a mí personalmente... Al rato pasaron también, por la avenida costanera, un montón de vehículos acompañando la manifestación, incluyendo una autobomba. Espero que todos estos gestos simbólicos sirvan para algo, porque ya estamos hartos de llenarnos de humo, de tener el horizonte siempre sucio, de que llueva ceniza y de las molestias e irritaciones en los ojos y la nariz que estamos sufriendo por culpa de la irresponsabilidad de los dueños de unas islas que deberían ser cuidadas como patrimonio de todos, y de la vista gorda que hacen los que los deberían castigar.
El festejo terminó muy bien, creo que mejor que ninguna fiesta de cumpleaños que haya tenido (sin desmerecer), y ya que la modalidad de picnic resultó, me parece que la voy a implementar todos los años.
Como para completar esta lista de cosas especiales, después que terminó todo, la noche se cubrió de nubes y luego de unos alarmantes relámpagos empezó a llover mansamente, sin prisa ni pausa, y así toda la noche. Fueron unos pocos milímetros, la verdad, insuficientes para terminar con la sequía, pero ver y oír la lluvia después de meses y meses fue un alivio casi físico. Ojalá siga lloviendo, ojalá se terminen los parques amarillentos y las vacas flacas, y se apaguen los incendios.
P.D.: Anoche (domingo) empezó a llover nuevamente y hasta ahora (lunes por la mañana) sigue lloviendo...
domingo, 28 de septiembre de 2008
Día de sol, noche de lluvia
Etiquetas:
eventos,
hizo lindo día,
no a la quema,
personal,
río paraná,
rosario
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario