jueves, 11 de septiembre de 2008

Vacaciones: Samay Huasi

Samay Huasi - Glorieta El domingo 31 de agosto decidimos ir a visitar Samay Huasi, que en quechua significa "casa de descanso", una gran finca que perteneció a Joaquín V. González y que ahora es administrada por la Universidad de La Plata (que la usa como residencia para estudiantes y aparentemente es dueña hasta de los cerros).

González fue fundador de la ULP, y según Wikipedia "político, historiador, educador, filósofo y literato". Nació en Nonogasta (a pocos kilómetros de la ciudad de Chilecito) y fue diputado, senador, gobernador de La Rioja, escritor de varios géneros, jugador de cartas empedernido y, según se rumorea, ateo y masón (aunque de todos los personajes interesantes de la historia argentina se ha rumoreado eso, o cosas peores). Un personaje fascinante, a cuya obra me he prometido apuntarme en cuanto pueda; en La Rioja y en Chilecito su nombre está por todos lados.

Cotorras a la sombra Samay Huasi está a unos pesos de taxi del centro de Chilecito; podríamos haber ido caminando por la ruta y llegar en menos de una hora, pero ya hacía un poco de calor y no queríamos agotarnos antes de llegar.

Allí nos encontramos con un pequeño museo histórico, nos enteramos de un par de detalles de la vida de Joaquín (le decimos así porque ya estamos como chanchos), observamos algunos de sus efectos personales, y después quedamos libres para tomar fotos y vagar, entre los gritos lejanos de las cotorras y el leve sonido del pasto.

Las cotorras merecen un párrafo aparte porque al parecer no son esas mezquinas cotorritas que tenemos aquí en Rosario, sino unas aves considerablemente más grandes, más coloridas, y más ruidosas. De la misma manera que hablé de los colores de Chilecito refiriéndome al rosa de los lapachos, si tengo que hablar de sonidos me viene en seguida el parloteo chirriante de las cotorras.

Joaquín y Marisa La finca tiene olivos y avellanos (decorativos; hay avellanas y aceitunas perfectamente buenas tiradas por todos lados) y unos lindos viñedos, sin hoja ni fruto en esta época; como cabe a este tipo de casa, hay galerías techadas para protegerse del sol, paredes pintadas de blanco, y glorietas con parras o flanqueadas de árboles de sombra. En un extremo hay una gran estatua de Joaquín en actitud meditabunda, y desde su pie se sube por un sendero empinadito a un cerro.

Entre bajar y subir (con una parada para comer nuestros sandwiches y tomar agua a la sombra de un peñasco) se nos hizo la tarde, y ya la cosa se ponía calurosa, así que fuimos a sentarnos con un mate a la sombrita de una galería y nos empeñamos en perder todo el tiempo posible allí. (El guía del museo desapareció durante la siesta y no reapareció a ver dónde estábamos o qué hacíamos. Supongo que podríamos fácilmente habernos quedado en alguna parte de la finca con una carpa por días sin que nadie se diera cuenta.) Después, ya apaciguada la sed y calmado el cansancio, tomamos la ruta y caminamos unos 3 o 4 km hasta Chilecito.

Y ésas fueron la mañana y la tarde del segundo día.

1 comentario:

  1. HOLA, RECIEN VEO ESTA NOTA! MUY LINDO TUS COMENTARIOS, QUERIA ACLARARTE QUE J.V.GONZALES FUNDO LA UNLP!!! NO LA ULP!!

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